jueves, 20 de marzo de 2014

ANONIMATO

Permanecer oculto o simplemente en un segundo plano. Lejos de las miradas y de los focos informativos que una vez se dirigen contra ti anulan toda posibilidad de ser como realmente eres. O lo que es peor. Retratan tu fisonomía de manera que queda como una foto fija para la posteridad. Alguna vez ya me ocurrió. No es plato de buen gusto. Todavía sigo estupefacto por la concatenación de circunstancias que te llevan a ser de una manera diferente a como crees que eres. Si el hecho se produce a través de una entrevista en prensa queda el consuelo de que todo dependa de la interpretación del texto que cada lector haga. Aquí será más facil el olvido. Mi experiencia me dicta que la mayor parte de las ocasiones la mente es selectiva y apenas recuerda ni el tema ni la trascendencia del artículo. El papel impreso pasa enseguida a tener otras funciones y nada de lo que queda escrito adquiere mayor relevancia salvo que el autor decida incorporarlo a su blog personal. Bien es cierto que la digitalización de las hemerotecas han jugado en contra de la posibilidad del olvido. Pero hace falta un interés inusitado por parte de alguien con mala leche para sacar a la luz viejos trapos perdidos en el ayer.
Otra cosa es si apareces en TV. Aquí si que resulta imposible escabullirse. La imagen catódica te retrata en cuerpo y alma (eso sí más ancho y más pequeño) resaltando todos tus defectos y solamente alguna de tus virtudes. Incluso los profesionales del día a día encuentran dificil sintonizar con la audiencia y mostrar lo mejor de ellos mismos. La cámara ( y el realizador) te pone en evidencia rápidamente sacando primeros planos de esa piel mal rasurada, el pelo alborotado, o los pelillos incipientes que asoman por la nariz. O sino es el tono de voz, claro. Melifluo, dubitativo, sin entonación. Te mata. Tu imagen por los suelos. El trabajo de tantos años hecho añicos en un instante. Y si analizamos el capítulo de "qué se dice" aquí sí que un mal uso del vocabulario o una verborrea sin sentido te dejan a los pies de los caballos. En fín "la vida" que díría el sabio portugués.

Todo esto viene a cuento del imposible anonimato de los políticos (así en general). Se pasan toda la vida expuestos en la plaza pública aguantando carros y carretas. Cada una de sus palabras son escrutadas inmisericordemente pasando por todo tipo de filtros. Su propia vida es patrimonio de la audiencia que juzga sin descanso los méritos o deméritos de su proceder. Y así un día y otro día sin poder dar un portazo o trocar la sonrisa impoluta en un rictus de amargura que le permita al menos mostrar su lado más humano. Nada sabemos ( o tal vez lo sepamos todo) de aquel que se esconde tras el "otro". Es inevitable que llegue un momento en que todos se crean el papel y terminen por identificar la parte por el todo. La suplantación del personaje les convierte en un ser diferente. Si, como en los programas deportivos, echasen mano de la moviola y pudiesen retroceder en el tiempo, apenas se reconocerían. Algunos llevan la intemerata ejerciendo tan loable-denostada profesión. Lo que en un principio iba a ser una vocación de entrega a la comunidad de vecinos, termina convirtiéndose en el leif motiv de su existencia. No saben parar. Algunos porque las prebendas superan a las incomodidades. Otros porque tendrían que reciclarse en seres humanos de carne y hueso y de eso hace tiempo que desistieron. Están hechos de otra "pasta". Y lo peor es que han conseguido que muchos piensen como ellos. Imagino como serán en la intimidad. Tiene que resultar difícil convivir con estos seres acartonados que no pueden desprenderse de la máscara por miedo a mirarse en el espejo.