Hay tan poca contestación a la movida de Cataluña en el resto de España (incluso en Cataluña) que uno tiende a pensar que la mayoría silenciosa de este país es aun mayor de lo que realmente dice la estadística. Hoy la Cataluña independentista -igual que lo hacen las movilizaciones en el País Vasco- se va a dar un festín pantagruélico ante la ¿indiferencia? ¿tancredismo? del resto del país, al que al parecer el tema se la sopla.
¿Es posible que en un país de 48 millones se cuenten con los dedos de una mano las reacciones ante el proceso independentista catalán? ¿Tan narcotizados estamos? ¿Tan poco nos importa que no se cuente con nosotros para decidir algo que también nos incumbe?
Yo ya formo parte de aquellos que piensan que el proceso es irreversible y tarde y temprano la independencia se consumará. Me pongo pues en la realidad de una España -sin Cataluña- en un futuro no demasiado lejano y ésto es lo que veo. Veo a una "nación" (así con minúscula) que tratará de abrirse paso entre los tiburones inmerso en una crisis galopante tratando de sobrevivir en un mundo globalizado que penaliza lo pequeño. Veo un "país" (así con minúscula) en el que una vez pasada la fiebre soberanista se encontrarán con la realidad del día a día (exactamente la misma que la de los demás paises) u con una crisis de liderazgo una vez los adalides que han encabezado la secesión se han (los han) quitado de en medio y se comprueba que no todo el monte es orégano. Políticos que prometieron el oro y el moro para convencer a sus súbditos de las bondades de navegar con bote propio y que han sido incapaces de mantener el bote a flote. Entre otras cosas agravado por un rechazo de los organismos europeos y mundiales a reconocer a un país que ha decidido de forma unilateral tomar su propio rumbo saltándose a la torera simple y llanamente LA LEY. Precisamente la misma ley que esos políticos prometieron respetar y a la que se acogieron para encumbrarse.
Hubiera entendido que sus reivindicaciones se hubieran hecho a las bravas asaltando las instituciones por la fuerza que es como se inician este tipo de procesos revolucionarios. Pero lo han hecho de forma torticera y escudándose en extraños sortilegios más propios de brujas en un akelarre. Encima esgrimen la cara amable -caradura más bien- de intentar convencernos de que lo hacen por nuestro bien y de que se trata de mantener una relación "amable" con el resto de España. Después del "España nos roba" o del "Catalonia is not Spain" salpicado por las paredes de los municipios catalanes durante años, tratar de mantener una relación amable será cuando menos una quimera.
La coletilla más repetida del gobierno de la Generalitat (el ínclito Mas a la cabeza) ha sido que el gobierno de Rajoy se ha negado a un diálogo que hubiera facilitado sobremanera el proceso. Claro que en el diálogo no había posibilidad de elección..era sí o sí. Todo el mundo con dos dedos de frente sabe que nada hubiera cambiado. Este es un proceso que supera ampliamente los parámetros políticos. Durante años han intentado mitigar los efectos jugando al gato y al ratón. Jordi Pujol -hoy vilipendiado antes molt honorable- supo jugar sus bazas para que nada fuera normal en la relación con los diferentes gobiernos que se han ido sucediendo. Al igual que el PNV, recogía las migajas y retrasaba la explosión ciudadana. He citado al PNV porque el efecto mariposa catalán no tardará en repetirse en el Pais Vasco donde tampoco tengo ninguna duda en que Bildu copará en poco tiempo las instituciones relegando a aquel al ostracismo. El proceso será calcado al catalán. Primero las movilizaciones y luego el asalto al poder. Solo espero que para entonces exista un gobierno central dirigido con sentido común y sensatez que sepa aunar voluntades y evite que España se vaya dehojando como una margarita. Creo que después de todo lo que he visto no me sorprenderá nada de lo que esté por llegar.
domingo, 9 de noviembre de 2014
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