EL DIA DESPUES
...la fiesta terminó. Aunque para algunos es fiesta todo el año. Habría que analizar fríamente a quién beneficia que nos peguemos todo el verano de jarana cuando el resto del año hay momentos más que suficientes para tomarse un respiro. No puede decirse que quien lo necesita no disponga hoy en día de momentos para tomarse unos días libres. Y si la necesidad aprieta todos deberíamos remar en la misma dirección y proveer de los recursos necesarios a quien los necesita. Una sociedad opulenta como la nuestra no debería dejar que ninguno de sus miembros pase necesidad. Sin embargo es cuando menos cuestionable que tengamos -en época de crisis- que cumplir con el ritual y mostrar todas nuestras vergüenzas al mundo con un derroche sin parangón como son las Fiestas de San Fermín. Comer y beber deberían ser "consecuencia de" y no la razón de ser de todo el entramado festivo. Desgraciadamente los supuestos valores que transmite esta celebración quedan completamente eclipsados por sus excesos. Somos una sociedad de ricos caprichosos y no es necesario tener acciones en bolsa para comportarnos como tales. Si nuestros hijos necesitaban la confirmación de que vivimos como dios, ya la tienen viéndonos como nos movemos estos días. Ya puedes luego decirles misa que ellos han contemplado con sus propios ojitos como le dábamos al aloarriero y al pacharán. Los niños de Biafra que esperen a otra estación del año y a que nuestras conciencias afloren de nuevo allá por el otoño. Como todos los años los sanfermines han dado el disparo de salida a un verano de desenfreno en las distintas localidades. Conmemorar la patrona o el patrón de turno sólo será la excusa para que los presupuestos municipales se agoten definitivamente. Pero al pueblo, ya se sabe, hay que darle pan y circo para que te voten. Impensable que alguien con un mínimo de sentido común proponga la abolición de los diferentes festejos. Quien lo haga se la juega para los restos. Dicen los viejos del lugar que hubo un tiempo en que las celebraciones tenían su razón de ser. Una vez recogida la cosecha con sangre sudor y lágrimas -la propia y la de los demás, que entonces se trabajaba en auzolán- el cuerpo necesitaba alguna alegría. Finalizaba el verano y era el momento de sembrar la alegría y el buen humor y prepararse para un invierno duro y sombrío. Entonces la fiesta tenía su razón de ser. Y no dudo que se disfrutaba con el mismo afán con que se trabajaba. Ahora es dudoso que alguien tenga esa necesidad. En todo caso hay quien vive la fiesta permanentemente y no puede prescindir de ella. Cada vez son -somos- más. Le llaman estado del "bien estar". Enfín, ya lo digo más arriba : la fiesta terminó