Lincoln. Observando los presuntos espectadores a los que va dirigida esta película vuelvo a constatar que la juventud -digamos de treinta para abajo- visita otras salas (y no sólo cinematográficas).
De nuevo cine para personas "de cierta edad" o con bagaje cultural mínimo. Naturalmente no hay efectos especiales ni escenas con desnudos atractivos (la unica mujer que aparece en pantalla es una setentona ataviada de los trajes imposibles de la época) ni siquiera la cámara colabora en la labor pues no hay escenas trepidantes. Las tomas son dramáticas y medidas con el "tempo" justo para saborear cada escena y todo el encuadre con tiempo suficiente que nos permita captar los múltiples detalles de la escenografía (sobre todo en las estancias de una Casa Blanca alejada de cualquier imagen preconcebida que tuviéramos sobre ella por series o películas actuales).
"Lincoln" es una película de autor. Con toda la carga crítica que se pueda hacer desde el desconocimiento de la intrahistoria, la realidad es que está hecha con un enorme respeto al personaje. Los norteamericanos no hubieran consentido otra cosa.Y yo me pregunto ¿seríamos capaces de reproducir una historia similar en el cine español?. Incluso el dinamismo y la osadía con la que se enfrentan los representantes republicanos y demócratas son motivo de envidia. No sólo por la efervescencia de los debates sino por la lucidez de las invectivas. Los dardos envenenados que se lanzan los congresistas tienen al menos la clarividencia del uso del lenguaje directo, sin cortapisas. Los insultos llevan ironía y mordacidad...no son barriobajeros por definición. Lamentablemente aquí también perdemos en la comparación, pues la perversión del lenguaje entre nuestra clase política les hace reducir sus enfrentamientos a prácticas tabernarias donde el estilo y el vocabulario utilizado nos provocan bostezos al resto de los mortales.
Hay una pléyade de personajes secundarios a los que hemos admirado como protagonistas de otros avatares...Hal Holbrook, Tommy Lee Jones, David Strathairn...a los que la habilidad de Spielberg convierten en personajes relevantes de la trama. Todos brillan por encima o precisamente a causa de sus personajes. Mención aparte merece un James Spader que no es plato de mi gusto pero al que reconozco la dificultad de su papel.
Y por encima de todos Daniel Day Lewis que a riesgo de enterrar su carrera para siempre a magnificado la aureola de un presidente venerado dándole su fisonomía para la eternidad. Le ha ayudado la clave de claroscuros con que el director lo envuelve en la mayoría de las escenas. Pero no es menos cierto que la creatividad del actor ha sabido solapar su imponente figura a la del presidente haciéndose uno sólo. Hay que tener en cuenta que este es uno de los presidente más reconocibles de la historia y la labor de caracterización no era pecatta minuta.
Spielberg consigue algo casi imposible que nos olvidemos durante gran parte de la trama que este presidente murió asesinado a consecuencia de los hechos que se describen...esto no es un mérito baladí. Aunque recurre al artificio de mostrarnos una escena ajena al lugar donde se ejecuta el magnicidio, ésta es a mi modo de ver el momento más trascendental para su historia y el peor desarrollado. Hubiéramos preferido como última escena aquel desplazamiento majestuoso del protagonista saliendo por el pasillo y unos títulos de crédito que explicaran el final de la historia. Nadie es perfecto..