Entiendo a Spike Lee arremetiendo contra Tarantino por utilizar la esclavitud como desencadenante de sus obsesiones. Igual ocurrió con Spielberg cuando se mostró reacio a encumbrar -a mi modo de forma desmedida- a "La vida es Bella" de Benigni. Aquí el motivo era la visión frívola del nazismo. Malas lenguas dicen que en realidad lo que Spielberg no le perdonaba a Benigni era que lo había pisado en la entrega de los Oscar cuando el galardonado accedía al escenario tras una puesta en escena estrambótica y desmesurada.
En todo caso "Django Desencadenado" tiene algunas virtudes. La principal es que nos mantiene encadenados a la butaca pese a su largo metraje. Esto es un dato. ¿Cómo lo consigue? En la escena inicial, una larga introducción de los títulos de crédito con el fondo sonoro de una canción al más puro spaguetti western que nos retrotrae a épocas -ni mejores ni peores- pasadas donde el entretenimiento reinaba en las sesiones infantiles.Tuve la suerte de poder presenciar la sesión "adaptada" a los espectadores que sufren deficiencia visual o sonora por lo que aparecían los rótulos con el título de la canción y el intéprete.
Jamie Fox no es un dechado de virtudes interpretativas y su elección, salvo por el físico espectacular, sembraría algunas dudas. Pero en lo que no hay discusión es que el elenco de secundarios da el ritmo necesario a la narración. Cristoph Waltz es el verdadero artífice de cohexión de las escenas hasta su desaparición "por no poder contenerse" en el tramo final. Pese a la inmoralidad de su personaje investido de legalidad, rápidamente congeniamos con su labia investida de locuacidad y sentido común. De cuantos aparecen él es quien concita nuestro interés. La película se resiente cuando ya no está. Bien es verdad que el metraje para entonces empieza a ser excesivo y el desarrollo de los acontecimientos posteriores sólo sirven para dejar la marca Tarantino una vez que el hilo argumental ya ha sido explotado sobremanera.
Di Caprio encuentra en el hacendado esclavista un personaje acorde con su progresión interpretativa. LLena de matices eleva sobremanera la tensión, palpable en un ambiente como es la gran mansión cerrada y oclusiva sobre todo en contraste con los espacios abiertos por donde Tarantino ha dejado deambular a sus personajes hasta entonces. Sin embargo son las escenas de interior las mejor desarrolladas y donde calan con mayor profusión tanto la teoría como la práctica de este discurso cinematográfico.
Samuel L.Jackson tiene un inconveniente. Los espectadores estamos avisados de antemano que si aparece él en escena su personaje dejará huella. Así que mi objeción no lo es tanto al actor como al director. Hay demasiados precedentes para pensar que su intervención será cualquier cosa menos anecdótica. De alguna manera la película se ve lastrada por esta sensación de "a ver qué ocurre". Las escenas añadidas parecen ir en consonancia con ese espíritu de venganza que hay que "desencadenar" contra el criado Stephen. Pero él no es enteramente responsable de sus actos. Su piel y su instinto le han hecho una extraña metamorfosis con el paso de los años dando una vuelta de tuerca al sentido de su vida y revolviéndose contra sus orígenes amparado en un entorno -tal vez su ascendencia con el clan, la infantilidad de Stephen que necesita de un protector - favorecedor a sus intereses que no es otro que el de la supervivencia en un ambiente hostil.
No hay que justificarlo pero el director parece cargar las tintas en este episodio convirtiéndolo en el leif motiv de la película.
Las escenas finales con el rescate de la chica y el "happy end" impropio de un discurso tan bien hilvanado hasta entonces demuestran simplemente que los genios escasean.