Estamos ya en la época del fin de los partidos políticos. Esas viejas estructuras mastodónticas no pueden sobrevivir a la era de los grandes cambios. Se han convertido en elefantes que tratan desesperadamente de llegar a la orilla del río ignorando que el río es ahora un río seco y que su supervivencia tiene los días contados.
Ninguno de los problemas actuales se pueden resolver desde las estructuras de los grandes partidos. En primer lugar porque la inmediatez es clave en la toma de decisiones. No se puede esperar a las reuniones de sus comités ejecutivos o a que el Gran Líder tenga a bien tratar esta u otra cuestión y ponerla encima de la mesa. Los ideólogos -esos teóricos entre bambalínas que pergeñan las grandes líneas por las que debe discurrir el devenir político- están igualmente en período de extinción. Harían falta legión para controlar los hilos de todos y cada una de las necesidades que la "masa" necesita. La sociedad está tan diversificada que pierden sentido los grandes postulados. Nadie los quiere. Si hiciéramos una mezcolanza de las necesidades globales veríamos que el "consumidor" de a pié puede "necesitar" soluciones que les aportan todos y cada uno de los partidos del espectro. Podrían picotear de aquí o de allá sin ningún tipo de sonrojo si consiguen despegarse de ciertos postulados heredados de sus antepasados. La fidelidad a una bandera o a un bando les tiene todavía maniatados pero ha llegado la hora de soltar amarras y escoger solo aquello que conviene a sus intereses. Fuera tapujos, prejuicios y convencionalismos.
Estamos en una nueva era. Tal vez muchos no son conscientes de ello. Pero el tiempo hará que los Parlamentos tal y como lo conocemos sean reductos del pasado. La verborrea dejará paso a la elocuencia. Eso de que una parte del hemiciclo aplauda desaforadamente mientras la otra abuchea es la demostración de la ineficacia y del sinsentido. Todos deberán remar en un único sentido : el de aportar soluciones y ayudar al rival político a llevar a término aquellas iniciativas para el bien común. El gobierno lo formarán personajes destacados en los diferentes ámbitos del conocimiento y no "enchufados" con pesadas cargas heredadas del clientelismo político. Sólo los más eficaces coparán los puestos relevantes de la sociedad y lo harán por plebiscito. Presentarán sus credenciales con amplio bagage curricular y se harán cargo exclusivamente de las materias que dominan, sin saltos malabares que les lleven de ministerio a ministerio.
Los medios de comunicación jugarán un papel imprescindible en la transmisión del perfil de los candidatos exponiendo públicamente tanto los pros como los contras de los candidatos y contrastando sus ideas con el resto de litigantes. Ellos serán asímismo, junto a jueces con probada experiencia y honestidad, los que denuncien el desviacionismo de aquellas actuaciones que se alejen del bien común. Sólo así, a través del conocimiento exhaustivo, podrán los votantes elegir a los candidatos más idóneos. No habrá trampa ni cartón. Lo que se ve es lo que se vota. Sin subterfugios. Las elecciones llevarán a una serie de individuos al poder temporal perfectamente limitado en un período estricto de tiempo, sin prórrogas innecesarias. El tiempo necesario para desarrollar su labor con eficacia. Después otro lo sustituirá no derogando lo construído sino ramificándolo y mejorándolo. Sólo así se irá construyendo un futuro sin exclusiones y en el que todo el mundo encuentre razones para vivir con dignidad. Es cuestión de tiempo...
( Los sueños se cumplen. Yo tuve un sueño...)
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