Puntuales a la cita llegan los libreros a la Plaza del Castillo. Durante años lo hicieron al Paseo de Sarasate. LLegan incluso antes que el Otoño (resulta extraño ver al castañero apostado en la esquina de Estafeta cuando la temperatura por el día todavía alcanza los treinta grados) y desparraman los libros por las estanterías como la odalisca su perfume. Atraídos por la miel, acudimos hipnotizados a la llamada del cuerno de vaca. La primera visita sirve para otear la mercancía y calcular los siguientes pasos a dar...todos en función de la calderilla que suena en los bolsillos. En las siguientes la tentación triunfa descaradamente y picoteamos de aquí y de allá llevándonos incluso ejemplares que acompañan a su hermano gemelo en una biblioteca llena de despropósitos. "Ya les servirán a los chicos" es el consuelo del despistado. ¿Qué extraño poder de atracción ejercen sobre nosotros algunos libros para que solo los miremos a ellos?
martes, 4 de octubre de 2011
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